Luna de miel en un buque de guerra (Fuente: El Mundo)

Luna de miel en un buque de guerra

En el barco no pueden dormir juntos, ni tener intimidad, ni a veces se ven durante toda la jornada

  • MÒNICA BERNABÉ
  • A bordo de la fragata ‘Numancia’

Juan Antonio González y Cristina Salido se casaron el 18 de diciembre y justo un mes después, el 18 de enero, se embarcaron en alta mar, pero no en un crucero vacacional, sino en un buque de guerra, que no es precisamente lo mismo. Ambos son cabos primero y forman parte de la dotación de la fragata española Numancia, que navega en el canal de Sicilia y participa en la denominada operación Sophia. Una misión que la Unión Europea puso en marcha el pasado junio para dificultar el movimiento de traficantes de personas en el Mediterráneo y evitar la muerte de inmigrantes.

“¡No, no! ¡No dormimos juntos!”, dicen Juan Antonio y Cristina al unísono sin poder evitar la risa. “La Armada ha avanzado, pero no tanto”, apostilla él. Y es que mantener relaciones sexuales a bordo resulta francamente complicado. Juan Antonio, de 33 años, y Cristina, de 34, se alojan en camarotes separados que comparten, además, con otros marineros y marineras. Tener intimidad en el barco es casi una odisea. Es igual que ellos hayan contraído matrimonio hace cuatro días y en teoría estén de luna de miel.

“A veces no nos vemos en todo el día“, asegura Cristina. Y eso que van en el mismo barco. Se ocupan de labores diferentes y el único lugar donde pueden coincidir es en uno de los comedores del buque. Si no almuerzan o cenan a la misma hora, ya no se encuentran en toda la jornada. Juan Antonio es buzo y patrón de embarcación especializado en maniobra. Ella es administrativa y está en la oficina de segunda comandancia. Se encarga de la “documentación de personal”, detalla.

Una hija de 16 meses

Y para estar así, uno a babor y otro a estribor, ¿qué sentido tiene casarse antes de zarpar? “Tenemos una hija de 16 meses”, argumenta Cristina. “Nos hemos casado por ella. Para dejarlo todo bien atado”. Para que no quedara ningún cabo suelto si a ellos les ocurría algo en alta mar.

“La niña se ha quedado con mi hermana”, sigue relatando Cristina, que dice que ella podría haber permanecido perfectamente en tierra haciendo de madre, pero optó por coger el petate y echarse a la mar para ganar puntos y conseguir la condición de militar de carrera. “Ahora tengo un contrato hasta los 45 años, y debo hacer una oposición para poder continuar en la Armada más allá de esa edad”, expone.

Y sin duda participar en la operación Sophia le hacía ganar muchos puntos. Digamos que los marineros son como los pilotos. Cuantas más horas de navegación acumulan, mejor. “Sí, claro que es difícil estar aquí, en alta mar, tanto tiempo. Pero prefiero tener el futuro de mi hija asegurado, y más aún teniendo en cuenta cómo está el mercado laboral en la calle”, asevera la cabo primero.

Los militares españoles deberán estar en el canal de Sicilia cuatro meses. Un total de 120 días durante los cuales Juan Antonio y Cristina no verán a Andrea, su hija. “¡Qué va, no habla!”, contesta ella, cuando se le pregunta si la niña dice algo, o si al menos se pueden comunicar con ella por teléfono, o intercambiarse algún sonido que les acerque a la cría. Pero ni por ésas.

Internet tampoco les puede aportar una imagen de la pequeña, porque la velocidad de conexión en el barco es demasiado lenta. Y los escasos días que el buque regrese a puerto en Sicilia, difícilmente se podrán reencontrar con la niña. “Mi hermana no puede viajar a Italia por temas de trabajo”, explica Cristina sin poder evitar que por primera vez se le quiebre la voz durante la entrevista. “Tú también di algo”, le insta a su marido, que se ha quedado mudo desde que ella ha empezado a hablar de la hija.

Ambos coinciden en asegurar que les encanta la Armada, navegar en alta mar, atracar en diferentes puertos y conocer sitios distintos. “Forma parte de lo que somos”, afirman. Aunque eso les conlleve sacrificios y ahora deban disfrutar de una luna de miel totalmente atípica.

Fuente: El Mundo